Enfoques

Erradicar la violencia de género es responsabilidad de todos

Por Silvina Herrera

Abogada - Especialista en Violencia Familiar - Miembro del Equipo de la Comisaria de la Mujer y la Familia de Mar del Plata del Ministerio de Seguridad Prov. Bs. As. - Fue consultora y responsable del

Por Adriana Herrera

Generalmente, cuando hablamos de Violencia de género, en particular violencia intrafamiliar o doméstica, comenzamos haciendo estadísticas, quizás para intentar mostrar a través de números, la gravedad del problema al que hacemos alusión y para dar la debida importancia a una cuestión que se ha mantenido oculta a lo largo de los tiempos. Sin embargo elegimos en este trabajo comenzar el tema contando la vivencia de UNA mujer que llamaremos Ana y de sus hijos, que sufrieron violencia y de todo tipo.

ANA de 42 años de edad, ama de casa, vivió en pareja 12 años, tiene 5 hijos, el mayor es fruto de una violación de parte de un familiar (por tal hecho fue culpabilizada por su familia de origen). Todos sus hijos llevan el apellido de su pareja. Durante la convivencia padecieron violencia física ella y sus hijos, siendo echados de la casa frecuentemente; violencia psicológica o emocional (humillación, desvalorización, control  y celos excesivos, culpabilizacion, hostigamiento, amenazas de  suicidio con  arma de fuego por parte de él); violencia social o aislamiento (no le permitía tener amigos o conversar con vecinos y corría de la casa a los familiares que la visitaban) violencia económica (ella si bien era la única que trabajaba, porque puso un negocio en su casa,  no manejaba dinero) y violencia sexual (él obligaba a Ana a tener relaciones sexuales con la amenaza de golpear a sus hijos si no accedía). Una de sus hijas fue abusada por “el padre”.

Periódicamente era citada en la Escuela por el comportamiento de sus hijos, uno de ellos dejo de asistir a la misma.

ANA hizo muchas denuncias, estuvo en refugio, pero siempre terminaba volviendo; nunca pidió medidas de exclusión del hogar y reintegro de ella a la casa porque según ella la misma  no era segura y el no respetaría la medida. Finalmente decidió irse de la casa, dejando a sus hijos con él,  encontró un lugar donde vivir, asiste a un grupo de reflexión,  está trabajando y  pelea por la tenencia de  sus hijos…

A simple vista, estamos hablando de Violencia, aunque nosotras diríamos VIOLACION A LOS DERECHOS HUMANOS.

La violencia contra la mujer es actual, generalizada, sistémica e incluso autorizada. El reto más importante sigue siendo pasar de la conciencia de que se trata de una violación de los derechos humanos y un delito a hacer de la violencia de género algo inaceptable para la sociedad y contrario a sus normas.

Los gobiernos, las ONG, la sociedad civil, el sector privado y los organismos internacionales debemos trabajar juntos para enfrentarnos a este reto de forma competente y para aportar la voluntad política, el compromiso y el valor para erradicar esta laceración de la vida humana.

Violencia es siempre una forma de ejercicio de poder mediante el uso de la fuerza física, psicológica o emocional, sexual, económica, etc. Se habla  de asimetría, donde una de las personas cree realmente que el otro tiene poder; y este desequilibrio  (real o imaginario) puede estar dado culturalmente o por el contexto u obtenido precisamente a través de maniobras interpersonales de control de la relación. A su vez este desequilibrio de poder puede ser permanente o momentánea, en el primer caso la definición de la relación estaría establecido por normas culturales, institucionales, éticas, etc. En el segundo, se debería a ciertas contingencias de tipo ocasional.

Debemos tener presente que históricamente la relación entre los géneros ha estado signado por la subordinación, la discriminación y la desigualdad entre varones y mujeres. Para que la violencia del golpe, la violación, el acoso, el ataque incestuoso existan, es necesario que en una sociedad haya, previamente, inferiorizado, discriminado, fragilizado al grupo social- las mujeres, los niños/as, las ancianos/as, etc.- que es objeto de violencia. Solo se victimiza a aquel colectivo que es percibido como inferior; de este modo se legitiman todos los actos de discriminación (Fernández, 2009, p.33).

A esto cabe agregar que, la historia hasta hoy mismo demuestra, que lo humano sigue siendo entendido como sinónimo de lo masculino. Esto se da en todos los ámbitos, así es que solo a los fines de ejemplificar, podemos observar que la valoración, el contenido, la forma y el lenguaje con que se abordan en los medios de comunicación las noticias referidas a hechos de violencia contra las mujeres es altamente discriminatoria y deficitaria, dándole tratamiento como casos aislados sin enmarcarlo en el conflicto social que representa. En Las lógicas sexuales dice:…con respecto a la discriminación, puede decirse que la intolerancia hacia el diferente, el transformar al diferente en peligroso, inferior o enfermo, forma parte de uno de los problemas centrales de toda formación social: producir y  reproducir incesantemente las condiciones  que lo hagan posible. (Fernández, 2009 p. 38)

También en el ámbito de la educación formal, el lenguaje, la curricula, los textos, etc. contribuyen a transferir una imagen subordinada y estereotipada de las mujeres (mujeres realizando labores domésticas, varones ejercitando oficios).

Así es que podemos afirmar que la discriminación es el origen de las violencias que sufren las mujeres, por el motivo de serlo (violencia familiar, abuso sexual, trata de personas, femicidio) y forman parte de las violaciones a los derechos humanos.

Ahora bien ¿qué podemos decir de la Violencia contra la mujer?

Ambas autoras formamos parte de un equipo interdisciplinario junto a otros profesionales (Lic. en psicología, abogados, Lic. en trabajo social)  donde se realiza la contención, asesoramiento legal, evaluamos  si se trata de una situación de urgencia o de emergencia (es decir donde hay riesgo de vida), derivamos (ya sea para tratamiento psicológico o al grupo de reflexión) y en la medida que se puede hacemos seguimiento. También el equipo realiza prevención mediante charlas, jornadas en instituciones, escuela, salas, etc. Desde nuestro lugar podemos decir que algo o mucho se ha hecho, algo se ha avanzado pero la violencia no cesa.

Cabe aclarar que ha significado un enorme paso adelante la sanción de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar  la violencia contra la mujer (Convención de Belém do Pará), la Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales ( Ley N° 26.485), la ley  provincial de Violencia familiar N° 12.569 (Provincia de Buenos Aires) , ley provincial Nº 7.264 (Provincia de Tucumán).

Pero las propuestas de cambio en las leyes, sin una modificación de estereotipos y prejuicios en la sociedad, acaban siendo inocuas o perjudiciales, en lugar de ayudar a la defensa de la mujer. Esto no quiere decir que no deban impulsarse los cambios legislativos, que a veces son una herramienta más para promover las modificaciones más esenciales que debemos lograr. Pero significa que no debemos esperar los avances sólo por obra de las leyes o los fallos judiciales, sino del trabajo social que puede valerse de aquellos como medios útiles para lograr una meta deseada.

Todo esto está íntimamente relacionado con fomentar la conciencia del “derecho a tener derechos” que para las mujeres esto significa desarrollar una conciencia de ser para sí mismas y no para los demás, tiene que ver con la autopercepción de sentirse que son merecedoras de los derechos; porque no hay que olvidar que las mujeres somos responsables de la perpetuación del sistema, participando de la irradiación a través del rol de “criadora y educadora” de los estereotipos, valores del sistema cultural que representa su propia sujeción (fenómeno que se reproduce con clases que son sometidas por otros).

Es verdad que hay mucho por hacer;  como ciudadanos en primer lugar tenemos que  tener empatía, comprender los múltiples sentimientos por los que atraviesa la persona en una situación de violencia y no juzgarla, de esta manera poder prestar una “escucha activa”, un trato humanizado evitando la revictimización y/o iatrogenia (es decir poner nuevamente a la persona en el lugar de victima).

Sumado a esto, debemos desde nuestra práctica profesional o como operadores reconocer el esfuerzo que está haciendo al consultar o exponer su situación, recordar que todas las víctimas de violencia doméstica se encuentran en un mayor riesgo de ser asesinadas, creer siempre en el suceso que la víctima relata, clarificar que la violencia es inadmisible, por lo tanto no hay nada que lo justifique y dar esperanzas de que se puede salir de la situación de violencia y que tiene herramientas que otorga la ley para su protección.

Y ni hablar de la responsabilidad que le compete al Estado, a las instituciones y a las políticas públicas en este empoderamiento de las mujeres, que va ser la mejor manera de transformar esta discriminación de género y desigualdad social.